viernes, 20 de diciembre de 2013

Intercambio de regalos - Cuento de Navidad

Texto de María Bautista
Ilustración de Raquel Blázquez

Cuando aquel mes de diciembre los reyes recibieron las cartas de los niños se llevaron las manos a la cabeza. Un año más los niños habían escrito larguísimas listas llenas de peticiones.

- ¿Para qué querrán los niños tantos juguetes? – se preguntaba muy confundido el rey Melchor – Los niños se emocionan con un juguete pero enseguida se aburren y quieren uno nuevo.
- Y acaban dejándolo abandonado en un rincón. ¡Deberíamos tirar estas cartas a la basura y no hacer ningún regalo! – exclamó enfadado el rey Gaspar.

- Pero nosotros somos los Reyes Magos – afirmó sonriente el rey Baltasar –. Nuestra función es llevar a los niños que han sido buenos todos losregalos que quieran.

Melchor y Gaspar tuvieron que admitir que Baltasar tenía razón. Los niños confiaban en ellos y se portaban bien para poder recibir los regalos de su lista.

- Es cierto, pero es que hay tantos juguetes con los que nadie juega, tantos libros que nadie lee, tantas pinturas con las que nadie dibuja y tanta ropa que nadie se pone.

- Y cada año, otra vez a regalar las mismas cosas para que casi no se usen… ¡Es un rollo!

Al escuchar los lamentos de sus compañeros, el rey Baltasar tuvo una idea. Había una forma de contentarles sin poner tristes a los niños.

- Ya sé lo que vamos a hacer. Este año haremos regalos, claro que sí. Pero no serán regalos nuevos.
- ¿Cómo vamos a regalar cosas viejas? ¡Ningún niño las querrá!
- A no ser que los propios reyes magos se lo pidan…

Melchor y Gaspar seguían sin entender nada. ¿Se había vuelto loco el rey Baltasar? Pero este enseguida les explicó su plan. Por primera vez en toda su historia, los reyes magos contestarían una a una las cartas de los niños. En esas cartas les explicarían que si querían conseguir sus regalos, en vez de poner un zapato limpio junto a la ventana, tendrían que dejar los regalos que ya no usaban para que se los llevaran a otros niños.

- Este año no haremos regalos, ¡los intercambiaremos!

Y mirando una a una las cartas exclamó:

- Lara quiere un balón de voleibol. Andrei un patinete. Claudia una cometa y Adrián un juego de magia.
- Ahora que lo dices…el año pasado regalamos un balón de voleibol a Diego que apenas usó.
- Y un patinete a Hassan que dejó de usar en febrero.
- Y una cometa a Selma de la que se aburrió en verano.
- Y un juego de magia a Otto que olvidó a las pocas semanas.
- ¿Lo veis? Los regalos ya están comprados. ¡Solo hace falta encontrarlos e intercambiarlos!

Melchor, Gaspar y Baltasar tuvieron aquel mes de diciembre más trabajo que nunca. ¡Tenían que escribir a todos los niños del mundo! En sus cartas les explicaban que los regalos de este año habrían sido cedidos por otros niños y que, a su vez, sus viejos regalos irían a parar a otros pequeños.

- ¿Creéis que funcionará? – preguntó dubitativo el rey Gaspar.

- ¡Esperemos que sí! – exclamó esperanzado Baltasar.

A los pocos días los primeros niños comenzaron a recibir las primeras cartas. Al principio aquel plan de intercambio de regalos no les hizo mucha gracia…

 - Pero, ¿por qué tengo que darle a otro niño mi teclado eléctrico?

 - Porque no lo utilizas, María, seguro que otro niño le saca mucho más provecho.

Pero como se lo habían pedido los reyes magos, los niños fueron aceptando aquella propuesta tan diferente.

Así fue como la noche del 5 de enero en las casas nadie puso zapatos en la ventana, sino muñecas, juegos de mesa, instrumentos, balones o ropa. Antiguos regalos que habían dejado de utilizar y que a la mañana siguiente harían feliz a otros niños.

Y así fue. Melchor, Gaspar y Baltasar trabajaron aquella noche más que nunca, pero lograron su objetivo: A la mañana siguiente Lara recibió su balón de voleibol, Andrei su patinete, Claudia su cometa y Adrián su juego de magia. Y a ninguno les importó que antes aquellos regalos hubieran pertenecido a Diego, Otto, Selma o Hassan, ni que sus antiguos regalos ahora fueran de otros niños. Podían jugar y disfrutar con sus regalos igual y aquello era lo más importante.

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